Por Catherine L’Ecuyer
Publicado en la revista Magisterio, 28/09/16
Solo hay una manera de empezar para los que pretenden no equivocarse en sus deliberaciones: saber de qué trata la deliberación; de lo contrario, forzosamente, nos equivocaremos, decía Sócrates.
Un error común en cualquier debate consiste en polarizar el discurso entre los a favor y los en contra, dejando los moderados como invencibles ganadores del ficticio dilema. El moderado se define a sí mismo como a mitad de camino entre dos opciones radicales. Su persuasión carece de profundidad en el planteamiento y de fundamento en los hechos, opta por apoyarse en lo que marcan las modas, lo políticamente correcto, las apariencias. Baila a medio camino entre una postura y la otra, como las hojas que se lleva el viento. Es demagogo, en la medida en que su discurso apela a prejuicios, emociones, miedos o esperanzas, para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica. Por eso cae bien, es simpático.